domingo, 1 de abril de 2012

DESPERTAR




No fue fácil despertarse.

La mañana no llegaba
y la oscuridad se pegaba
a los cristales.

Mientras hilos de tinieblas
temblaban a la luz de la luna,
cerré los ojos.

Pensaba
que, si no los abría,
no amanecería.

Un filo de luz
me hirió la pupila
y los apreté más.
Tanto,
que veía puntitos
de colores.

Pero el alba tiraba de las sabanas
y amanecía sin remedio.

Arañé la arista de luz
que se llevaba
las mañanas mullidas.

Mordí el borde de la colcha.
(Aún dientes de leche)

Me negué
a ver la primera luz
de tantas otras
que apagaba parques solitarios,
palabras para mi sola…

Era tenue,
quería ser dulce.
Pero era agria.

Estoy segura de que era,
es,
amarilla.

Huele a zapatos nuevos.

Cruje como los libros
que nunca ha abierto nadie.

(Nunca más mañanas sin relojes)

El sol triste de la mañana
es un abismo
que se traga la suave luz
de otro tiempo,
mientras alguien archiva,
entre palabras polvorientas,
mi primer tic-tac.